Ayer fue un buen día para pasear por las orillas de la ria y disfrutar observando a los que hacían footing, a los turistas, a los bilbainos que paseaban, y al increíble museo Guggenheim con sus cambios de color, sus curvas de titanio, y Puppy, su fiel guardián. Realmente fue una forma agradable de disfrutar de la ciudad en un ambiente encantador.
Para mí, no hay nada como caminar a ambos lados de la ría y disfrutar a un ritmo pausado mientras exploro cuánto ha cambiado mi Bilbao.
Para cuando me quise dar cuenta, se hizo de noche y se encendieron las luces.
¡Soy muy afortunada de vivir en una ciudad tan maravillosa!